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“Por Katya Miranda seamos un volcán”

Margarita Moreno
09/04/2008



Pasadas las 3:00 p.m., ya todo estaba preparado: el escenario, el sonido, las pantallas gigantes y, en el fondo de la tarima, una manta, en la que se observaba el rostro y la mirada fija de Katya Miranda, la invitada estrella del concierto.

El parqueo del ICAS se convirtió, la tarde y noche del 5 de abril, en el lugar de expresión de un mensaje claro: justicia para todos los casos de violación a los derechos humanos. A medida que avanzaba el día, centenares de personas de todas las edades fueron llenando el recinto; se podía observar familias completas seleccionando el mejor lugar para disfrutar del concierto.

Desde muy temprano, frente a la tarima y en primera fila, se encontraban Lorena Mejía, de 24 años, y Herbert Mejía, de 27. Lorena asistía por primera vez a la ya tradicional actividad de cierre del Festival Verdad, y parecía no saber exactamente qué esperar: “Me invitaron a venir, y pues… Vamos a ver qué pasa”, afirmó mientras sonreía. A su lado, y sentado en una silla plegable, se encontraba Herbert, quien al contrario que Lorena hablaba con propiedad del evento y de su importancia: “Para mí, (asistir al concierto) es una actividad obligada del año; he venido siempre desde el primer Festival (…) Han evolucionado mucho, cada vez traen más artistas (…) (Estos) son espacios en los que se pueden decir las cosas que todos pensamos (…) son espacios para mantener vivos los pensamientos que nos llevaron a la guerra”.

A las 3:30 p.m., sin previo aviso y haciendo despertar a los asistentes que ya estaban adentro del parqueo, los jóvenes de la Batucada salieron a escena con su tamboreo estrepitoso. Los ritmos de samba provocaron que algunos de los asistentes se animaran a mover las caderas. Acompañando a la música de los tambores, tres jóvenes con rostros pintados y trajes llamativos atrajeron la atención por su habilidad para hacer malabares.

A las cuatro de la tarde dio inicio formalmente el concierto. Y el primer grupo en presentarse fue Najufre, formado por estudiantes de la UCA y de la Universidad de El Salvador, que con su interpretación de El sombrero azul logró hacer cantar a la audiencia. El desfile de artistas había iniciado. Uno a uno, intérpretes nacionales y extranjeros entregaron su talento, su música y sus voces en un escenario que había dejado de ser una simple tarima para convertirse en un símbolo de la búsqueda de la justicia.

Cuando asomó la noche, los centenares de asistentes se convirtieron en miles. Y en ese mar de personas, frente a la valla que dividía al público del escenario, se encontraba una niña de tez morena, vestido azul y sandalias, escuchando con atención la canción que en ese momento el grupo Trova interpretaba: “¿Por qué no has vuelto a cantar Sumpul? Cantar lo que otros olvidarán”. La niña miraba hacia el escenario con los ojos bien abiertos, como si estuviera aprendiendo una lección o escuchando un cuento. Atrás de ella, un anciano con sombrero y bigote escuchaba y cantaba la misma canción, pero él prefería cerrar sus ojos, como evocando un viejo recuerdo. Dos generaciones unidas: una que conoce lo que sucedió y otra que debe aprender para no repetir los errores de nuestra historia.

Y es que en definitiva, ese es uno de los objetivos del Festival Verdad: sacar a la luz las violaciones a los derechos humanos, y educar a los niños y jóvenes para que estos hechos no vuelvan a suceder.

En esa misma línea iba el mensaje de todos los artistas que participaron. Entre estos se encontraban Son ¾ y Exceso de Equipaje; los mexicanos Gabino Palomares y María Inés Ochoa; Karla Lara, de Honduras; el nicaragüense Luis Enrique Mejía Godoy; Pureza Natural, de Panamá; y los jóvenes salvadoreños de Pashpak y Pescozada.

Antes de pasar a la franja juvenil, parte final del concierto, Benjamín Cuéllar, director del IDHUCA, hizo un llamado a los salvadoreños: “Denunciemos y demostremos a quienes están encargados de investigar el delito (…) que esta sociedad es digna y que no va a permitir que el caso Katya Miranda y ningún otro caso quede en la impunidad”. Las canciones del concierto y los gritos de justicia eran, pues, un llamado a las autoridades. En este espíritu, Violeta Menjívar, alcaldesa de San Salvador, exigió a la Fiscalía General de la República que “por una vez sea valiente, que no cierre el caso de Katya Miranda”.

Uniéndose a los reclamos de Cuéllar y Menjívar, el P. José María Tojeira, rector de la Universidad, resaltó que “hay demasiada gente poderosa insensible ante el dolor de las víctimas (…) especialmente ante el dolor de los niños (pero) juntos podemos ser un volcán (…) del que salga lava que arrase y queme la injusticia”.

Después de las intervenciones, la música continuó hasta la madrugada. Y siempre, al fondo del escenario, el rostro de Katya Miranda, en esa manta tan quieta y silenciosa.



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