El Tte. Espinoza, de 28 años, estudió en el Colegio "Externado de San José", de los jesuitas, en los tiempos en que el P. Segundo Montes estaba allí, y concluyó el bachillerato en 1979. Se graduó en la Escuela Militar en 1984 y, lo mismo que el Cnel. Benavides, empezó su carrera militar en la Fuerza Aérea. Después de tres años, fue expulsado el 30 de enero de 1987 por "serios errores cometidos durante el servicio". Inmediatamente, fue destinado al batallón Atlacatl.
El Tte. Espinoza, en gran medida producto de la instrucción norteamericana, fue enviado en varias ocasiones a Estados Unidos: para un curso de inglés en la base de la Fuerza Aérea de Oakland, San Antonio, Texas; para un curso de piloto, entre el 19 de agosto y el 22 de septiembre de 1985, que luego se prolongó hasta el 31 de diciembre de ese año. También participó en una misión oficial no especificada en Estados Unidos, que duró del 1 de enero al 25 de noviembre de 1986. En 1988, viajó de nuevo a Estados Unidos para participar en el curso para oficiales de fuerzas especiales. Sirvió como enlace con los asesores militares estadounidenses y, en su calidad de jefe de la unidad de comandos del batallón Atlacatl, mantuvo su popularidad entre los asesores norteamericanos.
Según el mayor Samuel Ramírez, quien empezó a trabajar con el Tte. Espinoza poco antes de la ofensiva de noviembre de 1989, Espinoza "era el principal punto de contacto con el que trabajamos para coordinar la instrucción de esta fuerza especial (...) Me encontré con que hablaba inglés y era listo. Había hecho algunos de nuestros cursos de pilotos y era piloto de helicóptero y sé que había participado en el curso para fuerzas especiales. Era la persona con la que me entendía para coordinar la instrucción, las necesidades, el alojamiento, la alimentación que íbamos a necesitar para el grupo de fuerzas especiales".
El Tte. Espinoza, apodado "Toro", fue acusado de asesinato, actos de terrorismo, proposición y conspiración para actos de terrorismo y actos preparatorios de terrorismo. Aunque la prueba principal contra él la constituía su confesión extrajudicial, hecha ante la Comisión de Investigación de Hechos Delictivos (CIHD) el 13 de enero de 1990, era también el oficial inmediato superior de los soldados implicados en los asesinatos.
Su confesión extrajudicial constituye el relato más completo de los hechos que rodearon los asesinatos. Según él, recibió del Cnel. Benavides la orden de eliminar al P. Ellacuría sin dejar testigos, pero éste designó al Tte. Mendoza, de la Escuela Militar, para dirigir la operación y para asegurarse de que no hubiese problemas. Describe cómo llevó a sus hombres a la UCA. Sin embargo, una vez dentro del campus, trata de distanciarse de la acción y dice haber salido de la residencia de los jesuitas con los ojos llenos de lágrimas. Sus hombres, sin embargo, lo sitúan más cerca de la escena del crimen.
Aunque el jurado escuchó la lectura de su confesión, le absolvió de todos los cargos. El juez Zamora lo condenó a tres años por los cargos que no iban a jurado (proposición y conspiración para cometer actos de terrorismo).